PEREGRINACIÓN A FÁTIMA
Los días 12 y 13 de mayo hemos peregrinado al Santuario de Ntra. Sra. de Fátima (Portugal) para rezar a Nuestra Madre por la perseverancia de los seminaristas y la santidad de los sacerdotes, bendecidos este “Año Sacerdotal” con el viaje apostólico de su Santidad Benedicto XVI al país vecino.
El miércoles tuvimos la oportunidad juntamente con sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas de tener la Oración de Vísperas y la Adoración Eucarística con el Sumo Pontífice en la Iglesia de la Santísima Trinidad.
Ya por la noche participamos en el multitudinario Rosario de Antorchas en donde el Papa nos presidió el Santo Rosario, tras el cual, tenía lugar la Procesión con la imagen de la Virgen de Fátima por la explanada del recinto, iluminados por 300.000 velitas portadas por los devotos fieles, para concluir con la Eucaristía presidida por el Cardenal Bertone.
Al día siguiente Benedicto XVI presidió la Solemne Eucaristía, concelebrada por cuatro cardenales, 77 obispos, 1442 sacerdotes y más de 500.000 fieles, según estimaciones que rompieron con las provisiones más entusiastas de los organizadores.
En la homilía nos recordaba que la profecía de Fátima no está cerrada. La misión de la Iglesia hoy, dijo el Papa, es “mostrar el Amor de Dios” a una humanidad “dispuesta a sacrificar sus vínculos más santos en el altar de estrechos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo”.
“El hombre pudo desencadenar un ciclo de muerte y de terror, pero no consigue interrumpirlo... En la Sagrada Escritura aparece con frecuencia que Dios está a la búsqueda de justos para salvar la ciudad de los hombres, y lo mismo hace aquí, en Fátima”, añadió.
“También yo he venido como peregrino a Fátima, a esta 'casa' que María ha elegido para hablarnos en los tiempos modernos”, afirmó el Papa, “porque hacia este lugar converge hoy la Iglesia peregrina, querida por su Hijo como instrumento suyo de evangelización y sacramento de salvación”.
El Papa insistió en su solicitud por la “humanidad afligida por miserias y sufrimientos”: “estrecho en mi corazón a todos aquellos hijos e hijas suyos, particularmente a cuantos viven en la tribulación o abandonados, con el deseo de transmitirles esa esperanza grande que arde en mi corazón y que aquí, en Fátima, se hace encontrar de manera más palpable”.
“¡Sí! El Señor, nuestra gran esperanza, está con nosotros; en su amor misericordioso, ofrece un futuro a su pueblo: un futuro de comunión con él”, exclamó Benedicto XVI.
“Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita hecha por la Señora 'venida del Cielo', como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el íntimo conocimiento del Amor trinitario y les lleva a saborear a Dios mismo como lo más bello de la existencia humana”.
Esta experiencia hizo a los pastorcillos “enamorados de Dios en Jesús”, una experiencia que “los que no han visto” pueden igualmente experimentar, aseguró.
Cristo tiene “el poder de inflamar los corazones más fríos y tristes”, ya que “la fe en Dios abre al hombre el horizonte de una esperanza cierta que no decepciona; indica un sólido fundamento sobre el que apoyar, sin miedo, la propia vida; requiere el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo”. Los Pastorcillos, “hicieron de su vida una ofrenda a Dios y un compartir con los demás por amor de Dios”.
En este decimoquinto viaje apostólico internacional a Portugal, cabe destacar que con sus 10 millones de habitantes, en torno a 1 millón, salieron a arropar y a rezar con el Papa en sus distintas travesías por Oporto, Lisboa, Fátima,…
Que Ntra. Sra. de Fátima, a la cual el Papa regaló una corona de oro y plata,"como homenaje de gratitud del Papa por las maravillas que el Omnipotente" ha realizado por mediación de la Virgen "en los corazones de tantos peregrinos que vienen a esta tu casa materna", nos guíe para vivir con entusiasmo nuestra vocación.
Ya por la noche participamos en el multitudinario Rosario de Antorchas en donde el Papa nos presidió el Santo Rosario, tras el cual, tenía lugar la Procesión con la imagen de la Virgen de Fátima por la explanada del recinto, iluminados por 300.000 velitas portadas por los devotos fieles, para concluir con la Eucaristía presidida por el Cardenal Bertone.
Al día siguiente Benedicto XVI presidió la Solemne Eucaristía, concelebrada por cuatro cardenales, 77 obispos, 1442 sacerdotes y más de 500.000 fieles, según estimaciones que rompieron con las provisiones más entusiastas de los organizadores.
En la homilía nos recordaba que la profecía de Fátima no está cerrada. La misión de la Iglesia hoy, dijo el Papa, es “mostrar el Amor de Dios” a una humanidad “dispuesta a sacrificar sus vínculos más santos en el altar de estrechos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo”.
“El hombre pudo desencadenar un ciclo de muerte y de terror, pero no consigue interrumpirlo... En la Sagrada Escritura aparece con frecuencia que Dios está a la búsqueda de justos para salvar la ciudad de los hombres, y lo mismo hace aquí, en Fátima”, añadió.
“También yo he venido como peregrino a Fátima, a esta 'casa' que María ha elegido para hablarnos en los tiempos modernos”, afirmó el Papa, “porque hacia este lugar converge hoy la Iglesia peregrina, querida por su Hijo como instrumento suyo de evangelización y sacramento de salvación”.
El Papa insistió en su solicitud por la “humanidad afligida por miserias y sufrimientos”: “estrecho en mi corazón a todos aquellos hijos e hijas suyos, particularmente a cuantos viven en la tribulación o abandonados, con el deseo de transmitirles esa esperanza grande que arde en mi corazón y que aquí, en Fátima, se hace encontrar de manera más palpable”.
“¡Sí! El Señor, nuestra gran esperanza, está con nosotros; en su amor misericordioso, ofrece un futuro a su pueblo: un futuro de comunión con él”, exclamó Benedicto XVI.
“Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita hecha por la Señora 'venida del Cielo', como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el íntimo conocimiento del Amor trinitario y les lleva a saborear a Dios mismo como lo más bello de la existencia humana”.
Esta experiencia hizo a los pastorcillos “enamorados de Dios en Jesús”, una experiencia que “los que no han visto” pueden igualmente experimentar, aseguró.
Cristo tiene “el poder de inflamar los corazones más fríos y tristes”, ya que “la fe en Dios abre al hombre el horizonte de una esperanza cierta que no decepciona; indica un sólido fundamento sobre el que apoyar, sin miedo, la propia vida; requiere el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo”. Los Pastorcillos, “hicieron de su vida una ofrenda a Dios y un compartir con los demás por amor de Dios”.
En este decimoquinto viaje apostólico internacional a Portugal, cabe destacar que con sus 10 millones de habitantes, en torno a 1 millón, salieron a arropar y a rezar con el Papa en sus distintas travesías por Oporto, Lisboa, Fátima,…
Que Ntra. Sra. de Fátima, a la cual el Papa regaló una corona de oro y plata,"como homenaje de gratitud del Papa por las maravillas que el Omnipotente" ha realizado por mediación de la Virgen "en los corazones de tantos peregrinos que vienen a esta tu casa materna", nos guíe para vivir con entusiasmo nuestra vocación.
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